miércoles, 11 de abril de 2012

Carnes inocentes, borregas imbéciles y dioses griegos.


Las tiernas carnes de la inocencia caminan en caminos oscuros y sin rumbo, acechados por formas difusas que son reinventadas e incrementadas por la imaginación, monstruos de fe e imaginación, alucinaciones repetitivas de aberraciones provenientes de miedos incrustados en la mente, gritos llenos de horror que encogen el espíritu, ojos vacíos que consumen toda emoción e infunden temor al que se hunde en sus abisales mares, soledad eterna que rodea tu cuerpo y lo enfría congelando cada gramo de tu ser, tu corazón se enfría, se congela, se quiebra en infinitos pedazos, una lluvia de fina nieve comienza a caer en tu interior, congela todo lo que toca, todo muere congelado al instante, no hay tiempo ni siquiera de sentir dolor, todo se paraliza en un instante eterno de muerte. Congelados los recuerdos quedan, los sentimientos, los miedos, las inseguridades, cada pisca que conforma cada cuadro de tu personalidad, todo muere y te quedas vacío.

Todas las piedras caen por el vacío, las multitudes vacías, ovejas descarriadas siguieron a un amo imbécil que perseguía supersticiones, falsas promesas de un dios que invento un día que estaba borracho. Sangre salpica por todos lados, las ovejas se quiebran en el desfiladero, sus entrañas brotan de su frágil vientre, corazones, estómagos, pulmones, intestinos, todo vuela por el aire y se estrella en las rocas a las faldas de la montaña, todo se tiñe de sangre, las vísceras parecen coágulos gigantes de sangre que cayeron del sangrado nasal gigante del dios de la montaña. 

El dios de la montaña fue golpeado por su hermana menor, esta le reclamo el haber entrado a su habitación a robar su ropa interior. Esta fue a su habitación y lo golpeo en su gigante nariz con su gigante puño lleno de furia y vergüenza, el dios de la montaña cayó de rodillas sosteniéndose la nariz con ambas manos, la sangre comenzó a salir a borbotones, escurría de sus manos y gota a gota la sangre caía en el piso.

 – Pervertido – es lo que le dijo la hermana con enojo – ¿Por qué sigues haciéndolo? Somos hermanos, como puedes verme de esa manera tan asquerosa.

– Zeus y Hera también son hermanos y nadie les dice nada, ¿qué tiene de malo? Somos dioses podemos hacer lo que queramos –

– Por mi esos dos infames asquerosos pueden revolcarse en su mierda por toda la eternidad, me importa un cuerno que su padre haya creado el universo en el que vivimos ahorita, para mi sigue siendo un egocéntrico, maniático sexual, aspirante mediocre a casanova, vulgar, pusilánime. Un puerco cortado y abierto desde sus genitales hasta la garganta, arrojado en un charco de mierda y comido por miles de larvas de mosca que salen por cada orificio de su repugnante cuerpo es más lindo y tiene más clase que esa imitación de dios que expulsa rayos y truenos por su asqueroso trasero, él y su hermana-esposa pueden irse al abismo del orto del  gigantesco leviatán y hundirse en su repugnante intestino lleno de porquería y fornicar hasta convertirse en mierda – inhala profundamente, tanto insulto requiere  respirar de vez en cuando – y si tu vuelves a coger con mi ropa interior te juro por el hígado ensangrentado de Prometeo que te arrancare los testículos y se los daré de comer a cerbero, así que aléjate de mi habitación barbón salido.

Indignada dio la media vuelta y volvió a su habitación hecha una furia. En el suelo el dios de la montaña aun sangraba por la nariz abundantemente, pero se consolaba pensando que aún tenía 150 pantaletas y sostenes para seguir fantaseando con su hermana. Tal vez debería pedirle a Éfeso que le forjara una réplica exacta de oro, de su hermana y ponerle la ropa interior que había logrado robar hasta ahora, era una genial idea.

– Al Pegaso móvil – grito emocionado.

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