Los rayos del sol
caen sobre la piel sensible de mis
parpados, abraza mi rostro y siento como va quemando mi piel poco a poco,
siento subir la temperatura, abro los ojos y contemplo el inmenso cielo, es increíblemente
profundo, de un azul brillante, profundo y absorbente, al mirarlo fijamente
tienes la sensación de que la esencia de tu ser es arrastrada hacia el centro
de gravedad del cielo, es un mar profundo donde te vas hundiendo poco a poco,
es una caída lenta y narcótica, una caída infinita, un pozo sin fondo donde te deslizas
suavemente mientras trozos de tu conciencia son arrancados lentamente de tu ser
inerte, pronto solo queda tu existencia, una existencia sin conciencia donde
las sensaciones son percibidas sin ser sentidas, un abismo de infinita claridad
donde todo, excepto tu existencia, ha
desaparecido, no hay paz, ni tristeza, no hay dolor, ni esperanzas, no hay
miedo, ni odio, ni amor. Ahora el echo de existir se reduce meramente al echo
de existir, ya no hay necesidad de buscar un porque, no hay necesidad de darle
sentido a algo que nunca lo tuvo, no hay necesidad de buscar trozos de
experiencia que te hagan feliz o que al menos te entretengan un rato, no hay
necesidad de ridículas complicaciones para problemas que nunca existieron y que
de todas formas nunca importaron, ya no hay necesidad, ni tampoco deseos. Solo
hay una existencia congelada en el vacío, como una roca en el desierto que solo
espera el final de los tiempos, una estrella que brilla en el vacío del
infinito esperando la muerte sin esperar realmente nada, ahora solo soy parte
del universo como una cosa mas, un adorno hermoso que decora el cuadro negro de
una habitación oscura, esperando la muerte sin esperarla realmente.
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