jueves, 23 de febrero de 2012

Efímeros amores platónicos

Eran las 2:15 de la tarde, hacia un calor endemoniado y el metro se había retrasado más de media hora, el andén estaba lleno. El anterior andén debe estar igual de lleno así que llegara a este andén lleno, donde se llenara todavía más, eso es lo que estaba pensando cuando el metro llego, efectivamente iba a rebosar de gente, que fastidio, podría esperar el próximo metro pero seguramente la mitad de la gente hará lo mismo y el siguiente metro vendrá igual o mas lleno, además ya había esperado demasiado. Me acerque a la línea amarilla, que uno no debe cruzar por seguridad, y espere a que el metro se detuviera, busque un vagón cercano con espacio suficiente y me metí como pude, hacia diez veces mas calor adentro del vagón que fuera, sonó el timbre agudo que anuncia el cierre de puertas y estas se cerraron.

Dentro del vagón el aire era denso, tan denso como la miel, el calor te sofocaba, la nariz es inmediatamente sofocada con miles de olores, te deja de funcionar el olfato y cientos de cuerpos sudorosos se presionaban y rozaban entre si aumentando el calor y la densidad del aire.

Podía sentirse en el ambiente la pesadez del aire, este te presionaba, te empujaba hacia abajo, era molesto respirar ese aire, es como respirar una serpiente transparente, gelatinosa y viscosa, esta se mete por tu nariz y tu la sientes resbalar por tu conducto respiratorio hasta tus pulmones donde estos trituran y muelen su carne, estos restos pasan a la sangre y recorren todo tu cuerpo, tus órganos metabolizan la carne putrefacta de la serpiente y devuelven a la sangre pedazos todavía mas putrefactos, todos los pedazos se vuelven a juntar en los pulmones y la serpiente vuelve a recuperar su forma y exhalas a un ser todavía mas gelatinoso, viscoso, asqueroso y repugnante que el acababas de inhalar. Alguien mas inhala esa serpiente, el ciclo se repite y nace una serpiente a un mas horripilante, el proceso se repetirá cientos de veces mas, será un ciclo infinito de repugnancia que mantendrá en crecimiento continuo a un monstruo que se vuelve cada vez mas aberrante y horrendo.

El metro se detiene en la siguiente estación, las puertas se abren, una brisa fresca y viva me anima a salir del infernal vagón, se escucha el timbre, es una fortuna que nadie suba en este andén. Hable demasiado pronto, cuatro chicos llegan corriendo y entran a toda prisa en el vagón, llevaban uniforme de color azul marino, tal parece que son de la misma escuela.

El espacio se reduce, los cuerpos se acercan más y el aire se vuelve más denso. Los 4 chicos formaron un pequeño círculo y se acomodaron en un pequeño espacio enfrente de mí, eran dos chicos y dos chicas, los cuatro eran atractivos, las chicas son lindas y los chicos son guapos, comienzan a sonreír, a mirarse, a hacerse gestos, sus rostros son muy expresivos, se comunican sin palabras. Llamaron mi atención, estando pegados enfrente mío era inevitable, y me di cuenta que literalmente hablaban sin palabras, los 4 eran sordomudos, se estaban comunicando por el lenguaje de señas, hacían movimientos rápidos con las manos y no las utilizaron para sostenerse dentro del vagón. Los dos hombres estaban recargados en la puerta, una chica se recargo en el tubo al lado del asiento y la otra chica me daba la espalda, era de cabello rojizo, piel clara y usaba unos lentes de pasta gruesa, nos separaba una mochila verde que colgaba de su espalda y que recargaba contra mi pecho. Me llegaba a la altura de la nariz y podía oler su cabello, olía bien, era el olor que te queda después de bañarte con shampoo pero olía bien, un olor dulce creado artificialmente. Cerré mis ojos y me dispuse a disfrutar del olor que emanaba de su cabello, sentía su suave cabello rozando mi barbilla, mis sentidos dejaron de estar embotados y adquirieron una sensibilidad rebosante, ahora no solo percibía el olor de su cabello, también podía oler el de su piel, sentí cada contorno de la mochila que presionaba contra mi pecho, podía sentir como emanaba el calor por cada poro de su cuerpo. Me concentre en todas esas sensaciones y por un instante solo existimos ella y yo. Yo contemplando la gloriosa magnificencia del universo, ella sin saber que era la magnificencia del universo y que estaba siendo contemplada.

Hubo una sacudida, abrí los ojos y ella salía con el timbre que anuncia el cierre de puertas, la seguí con la mirada hasta que se perdió en la multitud. El metro siguió su marcha, volvió el calor insoportable, el ambiente asfixiante, las miles de miradas que no quieres ver, la incomodidad de la cercanía humana, se perdió la magnificencia, el dulce aroma, el suave tacto.

Un amor platónico más que se suma a la lista interminable de amores que nacieron y murieron en un instante, efímeros pero reconfortantes momentos de tranquilidad que logran por un momento que olvides la realidad.     

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