El universo
es inmenso y nosotros somos meras motas de polvo en un desierto infinito, por
eso nuestra existencia jamás sabrá de sucesos que ocurren en lugares distantes,
en otros universos, en otras dimensiones. Pero no hay que ir tan lejos, nuestra
percepción es tan pequeña que en nuestra vida creamos un pequeño mundo a
nuestro alrededor, con fronteras bien definidas, nunca vemos que hay mas haya
de estos límites mentales autoimpuestos, simplemente porque no podemos, para
nosotros lo que nos rodea y alcanzamos a ver es lo único que hay, lo único que
existe.
Claro que
sabemos que hay cosas mas haya de nuestro pequeño gran mundo, sabemos que hay
otras personas, otras ideas, otras culturas, otros mundos, pero esto no es nada
mas que un concepto, una certeza, para nosotros no alcanza un significado real
hasta que estamos frente a este nuevo hecho, cosa o idea. De niño te enseñan
que las vacas hacen muuuuu... y dan leche, te enseñan como es la vaca, su
aspecto físico, su forma y entonces sabes que es una vaca, pero en ese momento
no es mas que una idea. Es hasta que te llevan a una granja a conocer una vaca,
que veas con tus propio ojos, como es su verdadera forma, color, tamaño, el
olor real de una vaca, que esta idea cobra un sentido diferente, se convierte
en un echo, se convierte en parte de la realidad, de tu mundo. Por ejemplo la
primera vez que observe la imagen de un unicornio, creí que de verdad existían
este tipo de criaturas, y tuve esa idea por varios años, hasta comprobar que ni
en las granjas, los zoológicos, ni en los circos tenían unicornios. No fue
hasta contrastar la idea que tenía con la realidad que esta idea pasó a ser una
realidad, un hecho, el hecho de que los unicornios no existen.
En nuestro
pequeño mundo nos sentimos a salvo, seguros, porque nos hemos acostumbrado a su
presencia, su relativa continuidad, conocemos cada palmo, cada rincón del
espacio que nos rodea. Es por ello que cuando debido a una serie de sucesos
aleatorios un objeto, una idea, una persona o un concepto ajenos a nuestro
mundo cae en el, nos asustamos, sentimos miedo, curiosidad, emoción, porque
esta cosa nueva puede alterar de alguna forma la existencia que hemos creado a
nuestro alrededor, puede alterar nuestro mundo y nosotros la mayoría de las
veces no queremos eso, no queremos que nos muevan de nuestra segura comodidad,
de ahí nace el miedo, el miedo de perder la comodidad que tenemos en ese
momento, el miedo al cambio.
Este miedo
lo siento mas seguido de lo que me gustaría, al participar en clase, al hablar
con una persona que acabo de conocer, al ir a algún lugar desconocido. Es un miedo
presente y constante, claro no es un miedo paralizante, ni profundo pero es
molesto y obviamente tienes que hacerle frente o no puedes si quiera salir de
tu casa, pero es una lucha constante y muchas veces es desgastante. Al final te
acabas acostumbrando al miedo que produce el cambio, no se si eso es lo
correcto, pero acostumbrarme a esa sensación de nerviosismo y hormigueo intenso
en el estomago, no ha sido tan malo, hasta me ha empezado a gustar, aunque me
produzca indigestión. Talvez con el tiempo esa sensación se convierta poco a
poco en emoción y me haga la vida un poco más fácil, eso espero, aunque se que
tendré que aguantarlo un largo tiempo, mas del que me gustaría. La inevitabilidad
del cambio, ¿Por qué no puede ser un placer?
Pero hay
veces que me he encontrado personas y he visto conductas en la sociedad, donde
este miedo se ha metido en la medula de la conducta, se niegan a cambiar
tradiciones o rutinas que son destructivas, la simple mención de un cambio en
la forma en que hacen las cosas los altera de forma desproporcionada, como si
la forma en que viven fuera la única que debe hacerse, la única correcta,
critican y desprecian a las personas que no piensan como ellos, son personas
amargadas, estancadas en un solo sitio, son inflexibles e intolerables, solo
piensan en si mismos, despreciables en alguna medida, piensan que el mundo
debería amoldarse a su forma y cuando esto no sucede expulsan odio por sus
granos de carácter pululados de pus. Odio a ese tipo de personas, las odio en
serio y me asusta cuando reconozco a alguien de ese tipo en algún puesto
público. Muchas de mis fantasías me incluyen con superpoderes con los cuales
asesino de forma llamativa y enferma a todas las personas de ese tipo que
conozco, creo que el mundo seria un mejor lugar sin ellos.
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