Las luces de la calle no
encendieron, el cielo cubierto de nubes iluminado intermitentemente
por rayos que surcan su superficie, la noche es oscura, de una
oscuridad tan densa como las mismas nubes de tormenta que aquella
noche interrumpen mi sueño.
Un dragón de luz cayo en
algún lugar lejano en el horizonte, su rugido fue el que me
despertó, y las luces de la ciudad se apagaron, mire por la ventana
y por las calles solo circulaba el frio viento, un nuevo mundo de
sombras había surgido de la boca del dragón, un mundo de sombras
que engullo al mio, puedo sentir el frio de las sombras a través de
mis ojos, la desoladora soledad que grita el viento, la inquietante
quietud que transmite él vació de la oscuridad que cubre cada
rincón y superficie de las calles, edificios, arboles, postes, autos
estacionados, que lo cubre todo con absoluta omnipresencia, un
paisaje desolador que al contemplar te absorbe, te llama, un pozo
infinito de gravedad que te succiona a la negrura de la nada.
Ese paisaje sobrecogedor,
es perfecto, maravilloso en cada uno de sus detalles, quiero ser
tragada por ese monstruo de infinita oscuridad, quiero descansar en
la inmensidad infinita que emana, siento que podría encontrar paz en
sus profundidades, quiero bajar a ese pozo infinito y caer
eternamente, suspenderme por siempre en el abismo de la nada,
encontrar la paz en las dulces fauces de su destilada oscuridad donde
no habita nada, donde no hay nadie, donde no puede existir nada,
donde ni siquiera exista el tiempo y el espacio, la nada absoluta,
donde los conceptos de infinidad y eternidad no tengan sentido, pues
estos solo pueden existir en la presencia de espacio y tiempo. Una
nada sobrecogedora, terrible, que escape a nuestra capacidad, a
nuestro entendimiento, que escape a la razón, que pueda escapar
incluso de la locura, una especie de espacio donde no existe el
espacio y en el cual no puedan existir cosas con sentido o sin
sentido, donde el sin sentido de este espacio, que no es espacio, no
pueda tener sentido. Una perfecta, absoluta, completa, maravillosa,
exquisita nada. Un lugar fuera del universo.
Al abstraerme en esa
visión, siento el terrible impulso de salir a la calle y caminar por
ese nuevo mundo de sombras, quiero fundirme con esa oscuridad. Pero
me contengo, reprimo mi deseo y lo cambio por uno menos estimulante,
pero qué al menos sirve para calmar mis deseos de arrojarme a la
penumbra de la noche para no volver. Subo al techo de mi edificio y
miro un nuevo paisaje, uno mas inmenso e intenso que el anterior,
donde no hay una sola luz hasta donde cubre mi vista, todo son
sombras de formas geométricas irregulares, perecieran ruinas de una
civilización muerta hace millones dé años, pareciera que soy el
único ser consiente en este mundo, pareciera que solo yo puedo ser
consiente en este mundo, que solo yo puedo existir en el, pareciera
que este mundo es para mi y por lo tanto solo yo puedo ser feliz en
el, este es mi mundo, mi universo.
Me siento en el borde del
techo y miro hacia abajo, ahí esta el pozo de gravedad infinita,
puedes sentir como te llama, te susurra con cariño al oído, te
abraza y jala de ti hacia él vació, quieres seguirle, sabes que
encontraras si le sigues, pero eso no amedrenta el deseo de seguirle,
es un deseo puro, bestial, libre de razonamientos, miedos o pasiones,
un deseo nacido en el inconsciente y que cubre toda tu alma, solo
quieres saltar al vació, no hay ninguna razón, es solo un
impulso... saltar al vació, al inmenso y oscuro vació con todo lo
terriblemente aterrador que puede ser mirarlo a la cara, pero cómo
reza la tradición popular “solo queda saltar y esperar lo mejor”.
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