miércoles, 6 de marzo de 2013

Oscuridad inmensa, nada perfecta y el deseo de saltar al vació.


Las luces de la calle no encendieron, el cielo cubierto de nubes iluminado intermitentemente por rayos que surcan su superficie, la noche es oscura, de una oscuridad tan densa como las mismas nubes de tormenta que aquella noche interrumpen mi sueño.

Un dragón de luz cayo en algún lugar lejano en el horizonte, su rugido fue el que me despertó, y las luces de la ciudad se apagaron, mire por la ventana y por las calles solo circulaba el frio viento, un nuevo mundo de sombras había surgido de la boca del dragón, un mundo de sombras que engullo al mio, puedo sentir el frio de las sombras a través de mis ojos, la desoladora soledad que grita el viento, la inquietante quietud que transmite él vació de la oscuridad que cubre cada rincón y superficie de las calles, edificios, arboles, postes, autos estacionados, que lo cubre todo con absoluta omnipresencia, un paisaje desolador que al contemplar te absorbe, te llama, un pozo infinito de gravedad que te succiona a la negrura de la nada.

Ese paisaje sobrecogedor, es perfecto, maravilloso en cada uno de sus detalles, quiero ser tragada por ese monstruo de infinita oscuridad, quiero descansar en la inmensidad infinita que emana, siento que podría encontrar paz en sus profundidades, quiero bajar a ese pozo infinito y caer eternamente, suspenderme por siempre en el abismo de la nada, encontrar la paz en las dulces fauces de su destilada oscuridad donde no habita nada, donde no hay nadie, donde no puede existir nada, donde ni siquiera exista el tiempo y el espacio, la nada absoluta, donde los conceptos de infinidad y eternidad no tengan sentido, pues estos solo pueden existir en la presencia de espacio y tiempo. Una nada sobrecogedora, terrible, que escape a nuestra capacidad, a nuestro entendimiento, que escape a la razón, que pueda escapar incluso de la locura, una especie de espacio donde no existe el espacio y en el cual no puedan existir cosas con sentido o sin sentido, donde el sin sentido de este espacio, que no es espacio, no pueda tener sentido. Una perfecta, absoluta, completa, maravillosa, exquisita nada. Un lugar fuera del universo.

Al abstraerme en esa visión, siento el terrible impulso de salir a la calle y caminar por ese nuevo mundo de sombras, quiero fundirme con esa oscuridad. Pero me contengo, reprimo mi deseo y lo cambio por uno menos estimulante, pero qué al menos sirve para calmar mis deseos de arrojarme a la penumbra de la noche para no volver. Subo al techo de mi edificio y miro un nuevo paisaje, uno mas inmenso e intenso que el anterior, donde no hay una sola luz hasta donde cubre mi vista, todo son sombras de formas geométricas irregulares, perecieran ruinas de una civilización muerta hace millones dé años, pareciera que soy el único ser consiente en este mundo, pareciera que solo yo puedo ser consiente en este mundo, que solo yo puedo existir en el, pareciera que este mundo es para mi y por lo tanto solo yo puedo ser feliz en el, este es mi mundo, mi universo.

Me siento en el borde del techo y miro hacia abajo, ahí esta el pozo de gravedad infinita, puedes sentir como te llama, te susurra con cariño al oído, te abraza y jala de ti hacia él vació, quieres seguirle, sabes que encontraras si le sigues, pero eso no amedrenta el deseo de seguirle, es un deseo puro, bestial, libre de razonamientos, miedos o pasiones, un deseo nacido en el inconsciente y que cubre toda tu alma, solo quieres saltar al vació, no hay ninguna razón, es solo un impulso... saltar al vació, al inmenso y oscuro vació con todo lo terriblemente aterrador que puede ser mirarlo a la cara, pero cómo reza la tradición popular “solo queda saltar y esperar lo mejor”.


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