– Fruuuuuuuus, Fruuuuuuuuuuuuuuuuuus, Fruuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuustracion
– es lo que grita una niña en su habitación. Está encerrada en su cuarto, sin
juguetes y sin cenar. Acaba de anochecer y aun no tiene sueño.
Enojada y sollozando se sienta en el suelo
y dirige la mirada hacia el cielo estrellado que se vislumbra atreves de su
ventana. Una cantidad inmensa de puntitos luminosos cubren el cielo, aquí y allá
se dispersan estos puntos sin que se pueda hallar lugar donde no se encuentren.
La niña los mira con atención por varios minutos, el tiempo parece dilatarse y
el espacio parece expandirse cuando concentra su mirada en un punto en
concreto, este fenómeno parece inquietarle y se acerca lentamente al borde de
la ventana para tener una mejor vista del cielo nocturno. Dirige su mirada a
una región del cielo particularmente cubierta de estrellas y concentra su
mirada, al hacerlo por varios minutos comienza a aparecer el mismo fenómeno
extraño, es como si la región que está mirando creciera y se moviera, como si
una gran bestia estuviera del otro lado y rasgara el manto estrellado que le
aprisiona, pero no solo puede verlo también puede sentirlo, puede sentir el
cambio del espacio en su piel, es una sensación extraña, siente que el tiempo
se vuelve más lento, que su alma misma se mueve y se expande, siente que puede
estar ahí parada mirando el cielo por toda la eternidad, no es una sensación desagradable pero no sabe
bien como clasificarla, no sabe como debería reaccionar ante esta nueva sensación
pero tampoco parece preocuparle mucho.
Nuestra pequeña niña sigue mirando las
estrellas, al parecer ha quedado absorta con la mirada perdida en el cielo, no
se mueve, respira pausadamente y apenas parece pestañar, no sabe cuánto tiempo
ha pasado pero una cosa tan insignificante como el tiempo no le importa. Ahora
que se ha olvidado del mundo nada que no sea el cielo le importa. Se ha
transportado a un mundo vacio donde solo está presente su existencia, un mundo
solo de ella, un mundo con una superficie que ondula, que se mueve, tiene la
misma textura, forma y color que el mar mas sin embargo esta superficie es sólida y se
puede caminar sobre ella. Es un mundo inmenso, más grande que el universo mismo y
en medio de esta cama de agua inmensa esta parada esta insignificante niña con
la mirada perdida en un cielo que parece tener cada vez mas estrellas.
Y en un punto en el que el cielo parece que
no puede contener mas estrellas, este nuevo mundo comienza a reflejar a su contraparte
y en su superficie comienzan a brotar estrellas una a una hasta cubrir la
totalidad de esta superficie acuosa. Ahora hay dos cielos, uno verdadero y su
reflejo, el reflejo se mueve suavemente al ritmo de las olas y su contraparte
comienza a imitarle y ambos comienzan a expandirse y moverse como si grandes
bestias de infinitos brazos habitaran detrás y rasgaran con manos enormes el
manto estrellado que los aprisiona, todo se mueve y parece que el cielo fuera a
rasgarse, en este punto ya no sabemos qué cielo es el real y cuál es el
reflejo, ambos se han fundido en tan igual apariencia que ahora es imposible
concebir que hubieran existido como entes separados, todo el universo se ha
vuelto uno, un cielo estrellado y un mundo vacio.
Nuestra pequeña niña no puede más que
contemplar esta escena cósmica, el cielo se diluyo y cayó sobre el mundo y a su
vez el mundo se diluyo y se mezclo con el cielo. Ella quedo atrapada en medio y
ahora parece flotar en un mundo donde le rodean infinidad de estrellas, no
tiene miedo, ni siente sorpresa o angustia, siente que pertenece a este mundo,
que ella debe estar ahí, que siempre debió estar aquí, en este mundo que se ha
vuelto uno con el universo. A sí que contempla el mundo que se ha creado a
partir de su existencia. A cualquier punto donde ella fija la vista parece que
el espacio le corresponde expandiendose y moviendose como si una mano
rasgara el manto estrellado y quisiera escapar de la prisión que lo envuelve, una bestia
de infinitos brazos.